Querido Jesús.
Has elegido hoy venir a nuestra casa como un bebé pequeño, con toda tu
debilidad, necesitando de cuidados y de cariño. Has elegido parecerte a
los sencillos, a los que no pueden valerse por sí mismos, a los que se
entregan a los demás con confianza.
Así queremos ponernos en tus manos hoy, con el corazón abierto,
mostrándote como somos y confiando en que nos cuides y nos ayudes a
crecer.
Ponemos es tus manos lo que somos, con nuestras preocupaciones,
nuestras alegrías y nuestras ilusiones. Hoy queremos aprender de tu
sencillez y hacernos un poco pequeños nosotros también.
Bendice nuestras ocupaciones diarias, nuestros estudios, nuestro trabajo,
nuestras ocupaciones en casa; que en cada cosa que hagamos estés
presente y nos recuerdes la importancia de lo pequeño.
Bendice a nuestras familias, especialmente a los que más cuidados
necesitan, a los pequeños de la casa y a los más mayores, a los que
tienen dificultades para llevar a cabo las tareas de cotidianas; que nos
hagan recordar cada día la grandeza de su pequeñez.
Hoy, al contemplar el pesebre, recordamos especialmente a las familias
que no tienen techo, alimento y comodidad. Te pedimos por ellas para
que la Virgen y San José les ayuden a encontrar un cálido hogar, y para
que nosotros no nos acomodemos nunca en el nuestro sin hacer los
posible por ayudar a los que no tienen lo básico.
Santísima Virgen María, gracias por aceptar ser la Madre de Jesús y
Madre nuestra, gracias por tu amor y por tus cuidados. Sabemos que día
a día intercedes por nosotros y por nuestras intenciones. Gracias Madre.
Querido San José, gracias por ser padre y protector del Niño Jesús,
siempre desde un lugar discreto, dándonos ejemplo de humildad. Te
pedimos que ruegues a Dios por nosotros para que seamos una familia
unida en el amor y podamos ser ejemplo de paz y reconciliación para los
demás.
Amén

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